La batalla por las remesas en Cuba

La desinformación de los gobiernos de EE.UU y Cuba alimentó la confusión sobre las transferencias y fue el cubano de a pie el que sufrió la peor parte.

La batalla por las remesas en Cuba

La desinformación de los gobiernos de EE.UU y Cuba alimentó la confusión sobre las transferencias y fue el cubano de a pie el que sufrió la peor parte.

Illustration
Illustration © Baleria Mena
Tuesday, 9 March, 2021

En la primera semana de noviembre de 2020, mientras cocinaba en su casa, Maribel Oliver, una cubana de 57 años que migró a Estados Unidos hace más de quince años, recibió la noticia de que un amigo suyo había muerto en Cuba. 

Desde Texas, Oliver y una amiga suya decidieron enviar 100 dólares a su país natal. El trámite demoró solo unas horas y el familiar del difunto recibió el dinero a tiempo para costear el funeral.

Años antes, cuando Oliver estaba en Cuba, recibía dinero de familiares suyos que habían emigrado a Estados Unidos. Gracias a esos envíos pudo mantener a sus hijos mientras crecían y logró ahorrar el dinero necesario para financiar su salida de Cuba. 

Oliver ahora solo envía dinero ocasionalmente, pero es su hija quien lo hace a varios familiares paternos que viven en La Habana. 

Todo este flujo de dinero siempre tuvo algo en común: Western Union.

La compañía, que fue autorizada por el gobierno de Estados Unidos a finales de 1995 para enviar remesas a Cuba fue durante años un vínculo fundamental entre ambos países. Por Western Union fluían a Cuba cada año entre 900 y 1,500 millones de dólares.

Durante casi 25 años, el servicio había funcionado sin interrupciones, hasta que llegó el pasado 13 de noviembre.

Ese día, los cubanos que utilizaban el servicio recibieron un mensaje de Western Union que advertía que debido a restricciones impuestas por la administración de Donald Trump, la compañía dejaría de enviar dinero a Cuba. 

Fue la conclusión de un enfrentamiento entre los gobiernos de los dos países que había comenzado unas semanas antes y que puso de relieve como, con frecuencia, Cuba y Estados Unidos pelean batallas dominadas por la propaganda en las que el bienestar de la población queda en segundo plano.

Las remesas de Estados Unidos a Cuba siempre habían estado limitadas de una u otra manera. Pero nunca su envío se había limitado tanto como ahora, ni en un momento de tan grave escasez en Cuba como el actual, en el que el país vive en una grave crisis económica.

“Si no reciben las remesas, no tienen ni para comprar los mandados en la bodega”, dijo Oliver. 

GAESA en la mira

Cuando Trump anunció su política hacia Cuba en un memorándum publicado en 2017 quedó patente que su estrategia se centraría en castigar a GAESA, el grupo de empresas militares que dominan una parte importante de la economía cubana. 

Trump ordenó prohibir “todas las transacciones financieras directas” con GAESA, un grupo que controla, entre otras cosas, la mayoría de hoteles para turistas o las principales cadenas de tiendas.   

Esta prohibición no era absoluta. El memorándum presidencial aseveraba que no se afectarían ocho actividades, entre ellas, las remesas.

Esto era importante porque las remesas que se enviaban desde Estados Unidos a Cuba eran operadas por Western Union en alianza con Fincimex, una dependencia de GAESA. 

Durante el siguiente año y medio, la relación entre ambos países no tuvo grandes cambios. Pero llegó la primavera de 2019 y Trump desplegó una batería de sanciones que se prolongó hasta los últimos días de su presidencia.

“Las sanciones comenzaron lento, pero su impacto fue realmente importante”, dijo en una conferencia Paulo Spadoni, un académico de la Universidad de Augusta que ha escrito sobre el impacto del embargo.

En junio de 2020, el Departamento del Tesoro, incluyó en su lista de entidades dependientes de GAESA a Fincimex, la socia de Western Union, lo que suponía prohibía relacionarse con la empresa. 

Dado que el memorando de junio de 2017 excluía castigar las transacciones relacionadas a las remesas, la medida causó confusión. No quedó claro si Western Union podría o no seguir funcionando. 

A finales de octubre de 2020, la administración Trump  clarificó la situación: Western Union tenía 30 días para buscarse otro socio que no fuera de GAESA. Si no, dejaría de operar.

Para entonces, estaban sucediendo cosas importantes a ambos lados del Estrecho de la Florida. En Miami, en una disputada elección, Trump trataba de seducir a los 900.000 cubanos que pueden votar en Florida.  Y en Cuba, el regimen estaban tomando algunas de las decisiones más impopulares de los últimos años.

El dólar

A mediados de julio de 2020, Cuba llevaba cuatro meses prácticamente aislada del mundo por la pandemia. Sin turismo, ni vuelos las divisas se estaban agotando y con ellas los alimentos y otros artículos que el país importa. 

Entonces, el gobierno decidió vender a la población productos básicos a través de una nueva modalidad. GAESA abrió tiendas con precios en dólares en las que no se podía pagar en efectivo, solo con tarjetas asociadas a una cuenta en dólares.  Estas tiendas se convirtieron en las únicas bien abastecidas.

Para quienes reciben remesas de Estados Unidos esto se convirtió en un gran problema. Ellos no podían recibir transferencias bancarias en dólares por el embargo estadounidense. Dependían de Western Union, pero por orden de las autoridades de Cuba, la empresa solo entregaba dinero en efectivo y lo hacía en una de las dos monedas cubanas: el CUC. 

¿Cómo obtener los dólares? Solo había una manera. GAESA había creado un tipo de tarjeta monedero que se podía cargar con dólares desde Estados Unidos y que solo se podía utilizar para pagar en las nuevas tiendas, no para retirar dinero. 

El mensaje era claro: el Estado cubano y GAESA necesitaban con desesperación dólares y querían que solo existiese un lugar donde gastarlos: las tiendas dolarizadas. 

En estos establecimientos, al igual que en otros de GAESA, es común que los productos alcancen precios muy altos. El margen de beneficio es del 240 por ciento, según un documento de la Embajada de España en La Habana.

Estas medidas causaron malestar en la población en general, pero también entre quienes envían remesas de Estados Unidos. Para ellos, implicaba perder el control de los dólares que ganan con esfuerzo en Estados Unidos y ver cómo el dinero solo fluía hacia GAESA. 

Fue el último agravio para una comunidad que ha sido invisibilizada por décadas en el discurso oficial de las autoridades cubanas.

El parón

La importancia que tienen las remesas para la economía comunista de Cuba es obvia para los cubanos que están en el exterior. Y algunos de ellos, han querido utilizar ese poder.

Uno de ellos es Alex Otaola, un youtuber y activista de Miami. En julio de 2020, tras la dolarización de algunas de las tiendas de GAESA, Otaola convocó a un “parón” de remesas como forma de presionar al gobierno de Cuba y pidió votar por Trump.  

“El dinero que tú le estás mandando a tu familia, ese dinero, nunca va a llegar a las manos de tu familia. Los dólares son solo para la dictadura y sus arcas”, afirmó.

No está claro si esta convocatoria tuvo éxito. Para muchos cubanos en Florida era muy difícil negarle dinero a parientes que lo necesiten. 

Pero eso no significa que estuvieran en desacuerdo con los argumentos de Otaola o que no conectaran con la emoción que desprenden sus palabras: la frustración de una comunidad que sabe que sus envíos de dinero contribuyen a dar estabilidad a un gobierno del que huyeron.

Encuestas y expertos coinciden en que una mayoría de cubanos en Estados Unidos apoyaban en 2020 la idea de presionar todo lo posible al régimen que gobierna la isla. 

Todo esto probablemente explica lo que sucedió cuando llegó el final de octubre de 2020, y en la recta final de la campaña electoral, Trump planteó el ultimátum a Western Union: tenían 30 días para buscarse un socio que no fuera de Fincimex.  

Muchos cubanos en Florida o aplaudieron la medida o, al menos, no encontraron muchos motivos para criticarla.

La propaganda

Estados Unidos planteó la prohibición de que una empresa militar gestionara la remesas como una sanción selectiva que no buscaba dañar a la población. 

“Los Estados Unidos apoyan el bienestar del pueblo cubano. Lo que no apoyamos es que los militares tomen una parte de las remesas”, afirmó Michael Kozak, el entonces subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, en un comunicado. 

“La medida demuestra el compromiso que Estados Unidos mantiene de poner fin a las prácticas económicas que benefician de manera desproporcionada al gobierno cubano o a sus fuerzas militares”, dijo el entonces secretario de Estado, Michael Pompeo en otro comunicado.

Lo que las autoridades de Estados Unidos no especificaron es por qué consideraban que la intermediación en el envío de remesas era una actividad especialmente lucrativa para los militares. Tampoco explicaron por qué era prioritario apartarles de este negocio, considerando que, aunque el nuevo socio de Western Union fuera una empresa civil, la población igualmente tendría que gastar su dinero en negocios de GAESA.  

Este vacío dio pie a la idea, que comenzó a ser repetida, de que los militares robaban las remesas.

“El gobierno utiliza métodos particularmente desagradables para apropiarse de las divisas. Roba las remesas de sus propios ciudadanos”, afirmó un editorial de la Voz de América.

“Los militares roban 74 centavos de cada dólar enviado a tu familia”, tituló una nota de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba, una organización del exilio en Miami.

Estas afirmaciones se basan en una conferencia impartida por Emilio Morales, presidente de Havana Consulting Group. Sin embargo, Morales nunca afirmó que esos 74 centavos fueran “robados”. 

El experto calculó que en el caso de que un dólar fuera enviado por Western Union y Fincimex a Cuba y gastado exclusivamente en negocios de GAESA, los militares acabarían con un beneficio de 74 centavos. De este monto, la mayoría, 61 centavos, se genera en las compras en tiendas de GAESA. 

Morales explicó que ese dinero es gestionado de manera opaca, a través de sociedades offshore. Pero no afirmó que sea robado por los militares, sino que se desconoce su destino y podría ser empleado en inversiones en el sector turístico o en pagar a proveedores, entre ellos los agricultores estadounidenses que venden alimentos a Cuba.

Los datos de Morales, de hecho, muestran que más que la gestión de las remesas, la verdadera actividad lucrativa para el Ejército se encuentra en el control de las tiendas, algo que la sanción contra Fincimex no pretendía castigar.

Una decisión soberana

Cuando el gobierno cubano recibió el ultimátum de la administración Trump, de inmediato quedó claro que la medida era percibida como un ataque.

“No existen límites para un gobierno criminal”,  dijo el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, minutos después de que se conociera el ultimátum de Trump.

Sin embargo, en su discurso, las autoridades ocultaron parte de la realidad a la población.  Fincimex no explicó que el objetivo de Estados Unidos era castigar a los militares. Simplemente, plantearon que la medida era una forma encubierta de cortar las remesas y que por tanto no había nada que negociar porque Trump tampoco lo pretendía. 

De esa manera, Cuba obvió que la sanción sí podía evitar. Bastaba con que buscaran una empresa no adscrita a GAESA para operar el servicio. Y estas, aparentemente, existen. 

Correos de Cuba recibe giros postales (envíos de dinero) desde España y otros cinco países latinoamericanos. También existen bancos no adscritos a GAESA que realizan transferencias internacionales gracias a sus acuerdos con bancos extranjeros y que, como sucede en muchos países, pueden servir de puntos de pago de Western Union. 

Otra empresa estatal también opera transferencias desde el extranjero: Etecsa, el monopolio de las telecomunicaciones. El uso de las empresas de telefonía para el envío de remesas es común en Latinoamérica

Etecsa permite pagar sus facturas desde todos los agentes de MoneyGram en Estados Unidos y los Money Centers de las tiendas de Walmart.

Sin embargo, Cuba optó por plantarse en el discurso de la soberanía nacional y no ofreció a Wester Union alternativa.

Pero que había otras opciones quedó patente con lo que sucedió a continuación. A finales de noviembre, el país llevaba dos semanas sin recibir remesas de Estados Unidos, el régimen anunció que una empresa llamada Redsa, que opera cajeros automáticos, sería autorizada para gestionar remesas.

Funcionarios del Banco Central insistieron a la prensa oficial que esto era casual. Pero quedó claro lo que había sucedido: Trump había perdido la elección y Cuba quería que los dólares siguieran fluyendo.

“Las autoridades cubanas están apostando a que, aunque la administración de Joe Biden no elimine a Fincimex de la lista negra, tampoco hará nada para incluir a Redsa y el negocio de las remesas se podrá reanudar”, dijo Cubatrade, una organización estadounidense.  

Pero esto aún no ha sucedido. Y sin Western Union ni apenas muchos vuelos a Estados Unidos por la pandemia, el vínculo entre los países es cada vez más débil.

Esto es especialmente cierto para cubanos que no están en Florida y disponen de menos servicios, como Oliver, el ama de casa de Texas.  

“Hace poco nació la ahijada del marido de mi hija y ella anda con la canastilla a cuestas porque no la ha podido enviar”, dijo . No hay cómo mandar nada”.

Cuba
Regime, Economy
Frontline Updates
Support local journalists